agosto 09, 2010

angustia

Arranqué a nadar lenta y cansinamente. Saco la cabeza con esfuerzo y veo velas inalcanzables a lo lejos, bajo un horizonte azuliquado, movil y denso. La viscosidad del medio y su salinidad se han apoderado de mí. El cansancio es mi dueño y ya casi no siento mi cuerpo. Anestesiado por el esfuerzo apenas reacciono ante las pasadas (malas) de la imaginación y la previsible muerte segura. ¡Si apenas puduiera dejarme morir? pero mi cuerpo se aferra a aletear los brazos en la dirección del espejismo de las velas. Absurdo. Dentro de un tiempo inexorable aunque incierto, llegará la noche y con ella el paralizante miedo y el helador océano. Sólo pensar en ello mutila todo sentido de la supervivivencia, absurda, invitando a dejarse morir aún sabiendo que ello es imposible mientras quede una gota de inconsciencia. Que curiosa es la existencia que nos impide morir como acto máximo de voluntad, de individuo, haciendo del instinto el vencedor de nuestra libertad. Como si el cerebro reptiliano que llevamos en la profundidad de nuestra cabeza terminara controlando la voluntad de nuestra corteza, reflejo de nuestro desarrollo evolutivo...¿seremos al final presa de nuestro origen?

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