octubre 08, 2010

Carancho

Subir la Gran Vía en taxi con radio Colombia camino de casa tras salir del cine, deja un tiempo precioso para pensar en la peli. Es un momento de vacío que continúa algo desasosegado con recuerdos de Carancho. La verdad es que el cuerpo sale mal de esta Carancho.
Lo primero que me digo es ¿qué coño significa? Y si la RAE lo trae con pelos y señales (esto lo miré al llegar a casa, el taxista seguro me hubiera sabido decir pero estaba algo ensimismado escuchando el blog de los arcángeles, la flipas):
Ave del orden de las Falconiformes, de medio metro de longitud y color general pardusco con capucho más oscuro. Se alimenta de animales muertos, insectos, reptiles, etc. Vive desde el sur de los Estados Unidos de América hasta Tierra de Fuego.
Si tiene sentido. Completo.
Sin dudarlo: las actuaciones  mas que creíbles, contribuyen a dar a la peli un aire mezcla de reporteros callejeros+ 21 dias + emergencias mas gore. El tiempo pasa y te mete en un mundo lumpen desasosegante al que la cámara en mano y plano corto acentúan casi en exceso. 
A mi y aparte de los comics, me recuerda a Abel Ferrara, el que nos lleva a los excesos de Teniente Corrupto (su versión con Harvey Keitel no la descafeinada del Nicholas Cage y la modelo brasileña) y a  Madonna de Juego Peligroso, pelis de la angustia vital en un mundo hosco y duro. Lumpen.
En Carancho me mueve las tripas la naturaleza de una mafia, porque es mafia,  de nuestro mundo, próxima a escenarios reconocibles, e inmersa en un marco sucio, vulgar y descarnado, sin el glamour de la mafia de NY (salvo actitudes de Los Soprano, humanos y salvajes, aunque ricos); y sobre todo  veraz: las hostias son hostias y la gente sangra, y los personajes sienten  cólera y no se piensan nada cuando la rabia,  la disidencia o la desobediencia  se apodera de las pasiones en mundo con leyes propias.
Me sobra la historia de amor en medio de la angustia, no por la historia, que también, sino por la manera en que se presenta. La soledad de ella no creo ampare esa pasional entrega que se traduce en un amor del tipo “te quiero” en apenas dos escenas. Sus soledades no creo se traduzcan en el enamoramiento veloz que presenciamos. Un poco cliché, que rompe la estética de la historia. Y más aún la prolongada escena de amor y la cotidiana vida de pareja compartiendo cena y televisión. Quedaba mejor algo más al estilo western de Bonny & Clyde. El final, algo previsible cierra con eficacia las cortinillas del comienzo y provoca la desolación de saber que la historia continúa. Que horror. Sin final feliz. Como la vida misma.

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