octubre 28, 2010

ATMOSTFEAR. PA NEGRE

 
Las atmósferas nos envueven. Hay una Atmosfera que da la vida. Y otras que in-presionan tanto que dan ganas de salir corriendo. La atmósfera de Pa Negro es una de estas últimas. Dan ganas de como decía Kiko Veneno en aquel increible y surrealista "Noé", de meter los animales en el arca, salirse y decir eso tan andaluz: "IRSE". Quitarnos del medio porque a veces ¡que mala gente somos!

Crear atmósferas es algo tan complejo que cuando las sentimos durante una canción, una película o un teatro, cuando los artistas hacen que se nos meta, o mejor dicho, nos meten en una, aplaudimos esa capacidad inmensa del arte de apoderarse de nuestra percepción y llevarnos de la mano al terreno previsto por el autor. Reconocemos entonces a un prestidigitador de la creación. Agustí Villaronga es uno de ellos.
Es inevitable al hilo de lo que escribo, buscar sorpresmosferas de este tipo: se me viene a la cabeza "La cinta blanca" de Haneke , una joya reciente, o la sobrecogedora de Julian Schnabel "La escafandra y la mariposa",  "El angel exterminador" película rara donde las haya pero eficaz de Luis Buñuel, "La delgada línea roja" (Terrence Malick) o tramos imborrables de Apocalypsis Now (Coppola), "Cielo sobre Berlín" de W.Wenders o "No es pais para viejos" de los Cohen Bros. La magia que encierran está en la abducción colectiva en un metraje muy limitado ¡que dificil!  Cada una en su ambiente cerrado,  habla intensamente de la vida, de las vidas, y nos entrometen en ese espacio vital ajeno, haciéndonos espectadores de primera fila. La de Pa Negre, siento que  está a la altura. Sobradamente. Pero ya no se si habla de la vida o de las pocas ganas de vivir que dejan las guerras. No mercy.

Entras en escena sin aviso previo, intuyes algo increible desde el primer instante y como en esas experiencias lisérgicas, eres abducido y te quedas hasta el final, hasta el último cartel, incapaz de salir de ese mundo hostil.  El escenario distante está  allá en la pantalla,  pero al instante se ha entrometido en nuestro mundo sensorial con el único permiso que otorga una entrada de cine y ya no sentimos la necesidad de salir de la sala. El angel exterminador.

La peli de hoy, Pa Negre, entra con categoría en la Atmósfera. Desde la cortinilla de arranque, una espiral cremosa que se cierra hacia dentro en colores frios, y de la que no se sale en cien minutos. Las atmósferas como fin en sí mismas no son nada, como las fotos que nos dejan impasibles. Pero no es el caso. La universalidad de la historia de Pa Negre rompe los clichés habituales. He ahí un inmenso reto: sacar de una comarca catalana una historia global, humana.
Poco importa la escenografía de la barbaridad de la historia recreada. A algunos que sea una posguerra oida, recereada por nuestros mayores nos la acerca más. Pero hay muchos mundos paralelos danzando al unísono en la pelicula. Al acance de quien sea valiente para verse inmerso en las escenas. Eso sí, todas tremendas, grises, muy grises. Lo mas duro es la falta aboluta de esperanza. La constatación del futuro idéntico al presente de supervivencia. La única esperanza depositar en los hijos un futuro mejor a costa del sacrificio total e incondicional. Luchas de clase, rencores ancestrales, desprecios y humillaciones cargadas de rencor, idealismo iluso e ilusionante,  incertidumbre vital y el saber que en ciertas circunstancias uno no tiene capacidad de gobernar su propia vida.

Yo no he encontrado un hilo de luz, salvo algunos retazos del mundo que nunca catarán los protagonistas, abocados a perecer en la oscuridad del tiempo que les ha tocado vivir. Mundos luminosos que les son inalcanzables, protagonizados por el ángel, desahuciado o escenificado en el mundo próspero que escoje el protagonista. Pero tampoco hay concesiones en esas luminosas escenas: ambos son mundos cargados de dolor, de renuncia dolorosa; impuesta por la sociedad y/o las circunstancias. Sólo la mágia de los ángeles de la película hacen asomar el color. Son seres fuera de contexto: el tísico, feliz aún en su desdicha y el asesinado, ambos despreciados por la sociedad.  No hay alegría, esperanza ni felicidad. Sólo la sonrisa del angel, cuando siente el abrazo del niño, un gesto único de afecto en un mundo marcado por la pesadumbre, la resignación y la normalización de la desgracia como única vía para la superviviencia. Lo peor, el mundo familiar que se desmorona ante la mirada atónita de ese niño curioso, muy curioso, siempre fisgoneando, cotilla aprehendiendo. Impresiona su mirada y su actitud, incluso al final de la historia (¿hay espacio para la impresión a esas alturas?) durante la escenificación de su decisión: rodeado de mujeres y renunciando a lo que son, han sido y serán, sin maridos, ni hermanos ni padres. Sólo la tía Enriqueta puede sobrevivir. Es la única que viste alegría. A costa de su actitud ¿díscola? Un mundo para supervivientes outsiders.  
Lo (otro) peor,  que mágia aparte, todo es real, ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo. Qué mas dá el escenario. Rencor en un mundo de falsa fantasía infantil. De mentiras de adultos y silencios voceados.
Hoy no encuentro espacio para la esperanza. Enhorabuena al director. Increibles TODOS los actores, noveles y experimentados, TODOS, redondos en sus actuaciones. Sin fisuras. Reales. Documentales. Se nos ha colado hasta el fondo de nuestro sentir.

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